viernes, 11 de noviembre de 2011

El mono negro del Coco, leyenda chiricana

El mono negro del Coco
En El Coco, por el camino hacia Ciénaga del Agua, a unos veinticinco minutos de la entrada, había un señor llamado Felipe(se reserva el apellido para no herir la susceptibilidad de sus familiares) que era propietario de una finca que colindaba con la de otro señor de San Juan.

Don Felipe siempre llevaba consigo tres rulas amoladas porque si alguno de sus peones se paraba para coger un descanso _con el pretexto de afilar_él le quitaba la rula amellada y le daba una de las suyas para que no yuviera ni un minuto de descanso.
Pero no se hizo legendario el hombre de los tres machetes por su crueldad, si no también por su extraño comportamiento. Siempre fue un misterio para los recién llegados el que por las mañanas, a pesar de que éste se paraba a las cuatro para hacer el desayuno y afilar los machetes, al llegar a la entrada de una montañita,éste los mandaba adelante con el cuento de que iba a hacer un mandaíto.
Al principio pensaban los macheteros que en verdad el hombre se rezagaba para hacer sus necesidades.Pero comenzaron a sospechar. ¿No era raro, muy raro, que todas las mañanas _unos quince o veinte minutos después de haber salido de lacasa_ se metiera en el mismo lugar, como si su intestino grueso estuviera conectado a un reloj?
Si por una razón u otra no se metía en la montañita por la mañana, de regreso, a las seis de la tarde (porque los hacendados obligaban a sus peones a trabajar de seis a seis ganando un peso por día), con el cuento delmandaíto, terminaba metido en el mismo lugar.
Entre los peones, como en cualquier otro grupo, siempre hay uno que es más avispado que los otros. Èse comenzó a meter cizaña diciéndole a sus compañeros que aguaitaran al patrón para ver a qué se metía en esa rehoya. Y se pusieron de acuerdo para seguirlo a cierta distancia. Despacio, caminando en puntillas, llegaron casi al final de la rehoya donde oyeron los gemidos del señor Felipe y la voz de un desconocido,ronca, potente, que le gritaba que si no hacía lo que le ordenaba lo iba a dejar en la ruina nuevamente.
Los peones, más intrigados que antes, guardaron silencio. Ese otro día, por la mañana, a la misma hora, vuelve el señor y se mete a la montañita y ellos lo siguieron a cierta distancia procurando no hacer ruido. Ya no hablaba ni gemía. Ahora lloraba y se quejaba desesperadamente, como cuando están herrando a un becerro o a un esclavo arisco.
Y pudo más la curiosidad que el temor.Avanzaron. En la cabeza sentían vibraciones del cerebro. Y a menos de cinco metros de distancia vieron que un mono negro lo sujetaba por el cuello con sus patas y con la mano derecha le daba rejo limpio, rejo y más rejo, le jalaba el cabello y lo aruñaba sin piedad.Despavoridos dieron media vuelta y corrieron sin pararhacia sus casas.
Ese otro día, a las cinco y media, ya estaba el hombre con los machetes afilados clavados en el patio esperando a sus peones. Pero éstos no llegaron sino a las siete a pedir que se les pagaran sus jornales porque ya no querían trabajar más.
_¿Por qué? ¿Acaso yo no les pago bien? _preguntaba.
_No. Hay otra persona en Boca del Monte que paga quince reales al día. Y uno de nosotros va a ser el capataz y el dueño de la finca no va a estar allí para tenernos otro machete listo cuando vamos a afilar.
Don Felipe no tuvo más que pagar a aquellos hombres sus jornales y buscar nuevos trabajadores en los pueblos vecinos. Pero persona latina que llegaba veía al mono negro cuereándolo. Y desde entonces se comenzó a decir que él tenía pacto con el diablo.
Después, como nadie quería trabajar en esa finca, buscó indios. Y también a los indios los mandaba adelantey se rezagaba porque desde el día anterior les dejaba marcada su tarea para que no lo fueran a sorprender cuando se metía a la rehoya a hablar con el hombre( o mejor dicho, el mono) con el que tenía tan misterioso trato.
El hombre daba lástima...
Con el tiempo su mujer lo convenció de que se fueran a vivir a David para poner a los hijos en la escuela.
¿En que otra cosa pensar sino en alejarse de aquel mono infernal que lo perseguía y torturaba sin piedad?
En el centro de David hicieron la casa y pusieron una lechería. Todo parecía normal al principio.
De pronto él comenzó a hablar de candela, de una candela que sólo él veía, de que llegaba un hombre en un caballo que echaba candela por las narices y por los ojos. Y, preguntaban los compradores de leche, ¿Por qué sus hijas nunca salían de la iglesia?
Un día su hijo mayor _nombrado administrador de la finca una vez salido de sexto grado_ desapareció sin dejar rastro alguno. Y él no se inmutó ni demostró interés por encontrarlo. Todos sabían que lo había entregado vivo al mono (al diablo) mucho antes de nacer para conseguir la riqueza que tenía.
Sin embargo, el señor Felipe seguía siendo visitado por aquel bicho satánico. Y así fue hasta cuando éste murió. A pesar de su fortuna, no lo velaron en su casa ni en la iglesia _los curas no dejaron_ sino en el portalón de La Sagrada Familia, donde siempre velaban a esa clase de personas.
Al finalizar la velación, los empleados de la funeraria agarraron el ataúd para subirlo a la carroza y sintieron como que en ese féretro no había nadie por que estaba muy liviano. Y lo más curioso era que esa cja no tenía una ventanilla de vidrio como las otras. Y la gente, en el cementerio, cuando cayó el primer palazo de tierra, escuchó una voz joven, cavernosa, que dijo:
_Así mismo como me entregaste al diablo, ahora él ha venido a llevarte en cuerpo y alma para cerrar el trato que hace quince años, en El Coco, a las doce de la noche, un Jueves Santo, hiciste para que te enriqueciera.
Y la señora del difunto gritó:
_Ay, ¡es la voz de mi hijo!
Y quedó muerta instantáneamente.
Tomado de Leyendas Chiricanas de César Samudio, páginas 101-105.




1 comentario:

  1. Excelente leyenda. Dónde puedo adquirir em libro de leyendas chiricanas?

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